14 de enero de 2015

La historia de los Museos y los Museos de la Historia



Carlos L. Abraira


El Louvre de París, el museo mas visitado del mundo en la actualidad

¿Qué es un Museo?
Según el DRAE Museo es el "lugar en que se guardan colecciones de objetos artísticos, científicos o de otro tipo, y en general de valor cultural, convenientemente colocados para que sean examinados", y también "Institución, sin fines de lucro, abierta al público, cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de los objetos que mejor ilustran las actividades del hombre, o culturalmente importantes para el desarrollo de los conocimientos humanos".
Estos mismos conceptos integran la definición de Museo establecida por el Consejo Internacional de Museos, organización no gubernamental (ONG) creada en 1946 que trabaja a nivel internacional y aglutina a instituciones de carácter museístico y a profesionales de dicho campo, cuya principal sede está en París. Tiene como objetivo principal la conservación y la difusión del patrimonio cultural de la humanidad, conocida internacionalmente por la sigla de su nombre en inglés: International Council Of Museums, ICOM), "Institución  permanente, sin finalidad lucrativa, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe para fines de estudio, educación y deleite, testimonios materiales del hombre y su entorno
En la definición del DRAE aparece explícitamente la palabra colección, concepto que también figura implícito en la del ICOM cuando dice "testimonios materiales".

¿Qué es una colección?
Cuando los homínidos unieron a su memoria y su curiosidad, condiciones heredadas y mejoradas de sus ancestros animales, la razón, la imaginación y la capacidad de pensar de una manera abstracta y de trasmitir esos pensamientos, se convirtieron en homo sapiens. Adquirieron entre otras la capacidad de analizar, es decir de reconocer en los objetos sus partes y cualidades y conocer así su esencia.
Entonces, motivados por su insaciable necesidad de saber, fueron desmenuzando analíticamente a la Naturaleza. Aprendieron a encontrar similitudes en esas cualidades y propiedades estableciendo abstractamente clases de objetos, a contarlos dando origen a los números y en su incipiente lenguaje los nombres y los artículos comenzaron a tener plural (los dedos, los árboles, las estrellas, las flechas, los tigres). Esta natural propensión a la búsqueda de analogías les permitió reunir algunos grupos de objetos similares, ya fuera porque les eran útiles o simplemente porque les agradaban.
Juntaban colmillos de jabalí para hacerse un collar o plumas de quetzal para adornar su cabeza con fines religiosos y/o estéticos. Aquí la expresión "juntaban" indica lo mismo que queríamos decir en la infancia cuando "juntábamos" figuritas o en la playa "juntábamos" caracoles; queríamos significar que buscábamos a unos en los diferentes "chocolatines" y a los otros en la arena donde se hallaban dispersos, los recogíamos y los reuníamos, los colocábamos en el mismo lugar; en suma, los recolectábamos y con los productos de esa re-colección formábamos una "colección".
El coleccionismo es entonces una afición común en los seres humanos, aunque estos la posean en distintos niveles, y su producto es la colección. Nuevamente acudimos a la ayuda del DRAE, que define así a "colección": "Conjunto ordenado de cosas, por lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor".
Cualquier clase de objetos ha dado lugar a la formación de colecciones, algunas muy curiosas, con nombres casi extravagantes, como la Filolumenia (colección de cajas de fósforos), la glucosbalaitonfilia (colección de sobres de azúcar).
Pero las colecciones son sólo eso, un mero conjunto de objetos de determinada categoría, ordenados y fichados en mayor o menor grado. Sin embargo, constituyen la base y el fundamento de los museos.

Origen de los Museos

La palabra museo tiene una sugestiva etimología que, como suele suceder, ayuda a comprender el concepto que encierra su significado. La etimología, especialidad creada por los griegos -¡cuándo no!; lo griegos, en lo que se ha dado en llamar el "milagro helénico", inventaron casi todas las disciplinas fundamentales del conocimiento: la lógica, la filosofía (que comprendía las ciencias), la historia (στορα, historía), la gramática, la filología, la retórica, la tragedia y la comedia…; y las que no inventaron las ampliaron enormemente, como la literatura, la poesía, las matemáticas, la física, la geografía, la cosmología, la medicina con especialidades (ojos, cabeza, dientes, vientre y hasta "enfermedades ocultas")…. Ya el poeta Píndaro, a comienzos del siglo V a.C., estudió la etimología de varias palabras.
Según el DRAE, museo viene del latín musēum, y éste del griego mouseion (μουσεον), nombre que recibía  la "casa de las musas" es decir, el templo donde se adoraban las Musas y que estaba dedicado a los estudios y actividades que las musas representaban.

¿Quiénes eran las musas?
Las nueve musas canónicas: (de izquierda a derecha) Clío, Talía, Erato, Euterpe, Polimnia, Calíope, Terpsícore, Urania y Melpómene. Dibujo de un sarcófago en el Museo del Louvre.

Aquellos de ustedes que hayan estudiado algo de mitología griega, habrán comprobado lo complicada que es, la cantidad de dioses, semidioses o héroes, mitos y leyendas que la componen. Al mismo tiempo habrán observado que su intrincada organización no es una sola, ya que distintos autores, en distintos lugares y épocas, difieren en muchos detalles. Pero por encima de esto, lo que a primera vista puede parecer un complicado enrejado azaroso y arbitrario, no lo es. Para los griegos nada era producto del azar, todo estaba destinado por las Moiras (las Parcas latinas) que marcaban hasta el destino de los propios dioses.
Cada dios o semidiós dominaba y protegía un ámbito determinado de la estructura del mundo y sus elementos, y había un dios para cada cosa. De sus múltiples uniones nacieron dioses -o semidioses cuando la unión era con humanos- que heredaban de sus padres las características que determinan sus espacios de dedicación y protección.
Dos de las teogonías (Θεογονία, theogonía, literalmente origen o generación de los dioses) más completas y seguidas por los griegos fueron la de Homero y la de su casi contemporáneo Hesíodo. Este último, en una de sus obras poéticas más importantes, llamada justamente Teogonía, describe a las nueve Musas, que son: Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania y Calíope.

Clío: Musa de la epopeya.
Euterpe: Musa de la música.
Talía: Musa de la comedia.
Melpómene: Musa de la tragedia.
Terpsícore: Musa de la danza.
Erato: Musa del arte lírico de la elegía.
Polimnia: Musa de la retórica.
Urania: Musa de la astronomía y de la astrología.
Calíope: Musa de la elocuencia y de la poesía épica.
Como puede observarse, las Musas no eran las diosas de las artes, como se cree comúnmente; no había una Musa de la escultura ni de la pintura, por ejemplo.
En su origen, entonces un Museo era un templo en honor a las Musas, un lugar sagrado que ellas frecuentaban y donde bajo su amparo los artistas y sabios se dedicaban a sus tareas, inspirados o provocados por ellas (por eso los poemas comienzan muchas veces con un ruego a las Musas solicitando que les concedan su acción inspiradora). Dice Hesíodo en el Proemio de su Teogonía: "¡Salud, hijas de Zeus! Otórguenme el hechizo de su canto" y Homero comienza su Ilíada con la célebre imploración: "Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles" (lo llamaban pélida por ser hijo de Peleo, tal vez por eso se pasó la vida peleando…).
Más tarde, en el siglo III a.C. Ptolomeo I hizo construir en Alejandría un Museo dedicado al desarrollo de todas las ciencias y que además se utilizaba para las tertulias de los literatos y sabios que vivían allí. En aquel Museo se fue formando poco a poco una importante biblioteca: ni más ni menos que la Biblioteca de Alejandría.
Otras polis comenzaron a guardar obras de arte en sus templos. Delfos, la polis de los oráculos, tenía una colección repartida en varias salas; el templo de Juno en Samos y la Acrópolis de Atenas estaban llenos de obras de arte. Los sucesores de Alejandro Magno trajeron desde los lejanos países conquistados esculturas de todas clases con las que embellecían las polis.
Roma siguió por el mismo camino. Nerón hizo traer de Delfos a Roma 500 estatuas para adornar su palacio imperial. Pero el objetivo era solo el de adornar. Recién en el siglo XVI los Medici se dedicaron a reunir antigüedades y echaron las bases del museo de Florencia. Otros príncipes continuaron la costumbre y así comenzó la historia de los museos.

Pero volviendo al origen, aquí viene lo más interesante de la etimología y la mitología griega con relación a las Musas. ¿Cuál es el origen de estas nueve diosas? Son hijas de Zeus, que subió -según Hesíodo- nueve noches al lecho sagrado de Mnemósine, la diosa de la memoria. La palabra mnémon (µνηµον) significa “lo que se recuerda”. De ella derivan: mnemotecnia, amnesia, anamnesis y amnistía. Y a través del latín memoria: memorable, desmemoriado, (in)memorial, memorándum, conmemorar, rememorar, reminiscencia y monumento.
Es decir, los museos eran -y son en su versión moderna- los templos de la historia, de las artes y de las ciencias, hijas de la memoria. Su misión es la de conservar y mostrar organizadamente los productos de cualquier actividad humana, constituyéndose, junto con las bibliotecas, hemerotecas y todas las demás -tecas, en  memoria de la Humanidad. La increíble sabiduría helénica determinó hace más de dos milenios su principal función.
Cada nación mantiene en sus museos colecciones que son parte del acervo que la distingue de otras, que enseña y conserva la memoria que en definitiva forma la identidad de su gente. No es accidental que cuando hay guerras los invasores se apropian de todos los archivos y colecciones que pueden secuestrar en los museos, intentando quitarlos de la memoria de los pueblos invadidos. 

Historía
Dijimos al principio que los griegos inventaron, entre tantas disciplinas, la historia. Concretamente, los inventores de la historia fueron Heródoto y su continuador Tucídides en el siglo V a.C. ¿Pero cómo -dirán algunos de ustedes- antes de ellos no se consignaban los acontecimientos, acaso no hay listas de faraones egipcios o de reyes de Babilonia? Sí, existían muchas narraciones de hechos aislados, muchas veces mezclados con mitos, pero la diferencia es que Heródoto realiza una descripción global de los hechos basado en testimonios recogidos por él mismo, ya sea porque los presenció, por narraciones de testigos que recogió personalmente o por fuentes que selecciona de acuerdo a la confianza que le merecen. 
Heródoto realizó su obra Historias (Historiai, στορίαι) -la primera obra griega en prosa que nos ha llegado- hacia el año 444 a.C., dividido en nueve libros dedicados cada uno a una de las Musas.
Historiai significa literalmente pesquisa, exploración, información, así como el resultado de la investigación.
Ese es el motivo por el cual existen museos denominados de "historia natural" (en nuestro país hay uno). Cuando yo iba al liceo, la materia que ahora se llama "biología" era "historia natural", vieja tradición que viene desde muy antiguos tiempos. Plinio el Viejo en el año 77 de nuestra era escribió la Naturalis historia (Historia natural), monumental enciclopedia en 37 libros. ¿Se trata de disciplinas  donde se estudia la historia cronológica de la naturaleza? No, aquí "historia" mantiene el significado original: resultados de la investigación.
Para terminar, entonces, diremos que un museo se nutre de colecciones de objetos físicos, como seguramente sucederá con los Museos del Fútbol y del Periodismo programados; la tarea que ha emprendido el Proyecto de Pago a Pago, "colecciona", recoge testimonios, objetos intangibles de la memoria.



27 de agosto de 2010

Curioso entrevero familiar entre el Prócer, un Presidente, magnates, donantes y vendedores.




Adenda a la historia del Parque José Batlle y Ordóñez

Artigas presentando las Instrucciones en 1813, en la casa quinta de Manuel José Sáinz de Cavia, situada en el borde mismo del Parque Batlle (su palomar todavía se conserva al lado del Hospital Británico)

Óleo de Pedro Blanes Viale en el Palacio Legislativo


Nuestro Prócer José Artigas tenía entre otros numerosos primos hermanos[i], a las tres hermanas: María de la Asunción, Rafaela Rosalía y Margarita Villagrán Artigas[ii].

La mayor, María de la Asunción, fue la madre de Gabriel Antonio Pereira Villagrán.

La segunda, Rafaela Rosalía, se casó con él (con Pepe Artigas).

La tercera, Margarita, fue la madre de Dolores Vidal Villagrán.

Entonces tanto Dolores Vidal Villagrán como su primo hermano Gabriel Antonio Pereira Villagrán, por ser hijos de sendas primas de Artigas eran sus sobrinos segundos[iii], y también sus sobrinos políticos[iv], ya que eran sobrinos de su esposa Rafaela Rosalía Villagrán Artigas de Artigas.




Gabriel Antonio Pereira Villagrán, 6° Presidente Constitucional de la República


Ahora bien, Gabriel Antonio Pereira Villagrán (magnate que fue dueño del saladero donde después se ubicó el Parque) se casó con su prima hermana Dolores Vidal Villagrán, y del matrimonio nacieron, entre otros, Antonio Gabriel Pablo Nereo Pereira Vidal (el donante del “Campo Chivero” para el “Parque Pereira”) y su hermano Julio Pereira Vidal (quien vendió terrenos aledaños para el Parque).

Cecilia Pereira Buxareo de Rossell y Ríus

Julio Pereira Vidal fue el padre de Dolores Cecilia Pereira Buxareo (que también vendió terrenos para el Parque) y que con su esposo, Alejo Atanasio (de Ibaceta) Rossell y Ríus (otro magnate), donaron un predio de 45000 m2 para la construcción del Hospital Pereira-Rossell en el Parque.

Dolores Pereira de Rossell y Ríus fue la única nieta de Gabriel Pereira, ya que fue hija única y sus tíos no tuvieron descendencia; y ella tampoco, de modo que esta historia termina aquí. ¡Qué alivio! ¡Parece un relato humorístico de Mark Twain!

Carlos Abraira

[i] Primo hermano se llama al hijo de un tío.

[ii] Las tres hijas mujeres de su tía María Francisca Artigas y Carrasco.

[iii] Sobrino segundo se llama al hijo de un primo.

[iv] Sobrino político se llama al sobrino del cónyuge.

26 de agosto de 2010

El Parque José Batlle y Ordóñez de Montevideo. Todos sus rincones, su historia, sus curiosidades... y sus misterios.


El barrio Parque Batlle

La principal avenida de Montevideo, 18 de Julio, remata su recorrido de 3300 metros por la zona más densamente poblada de la ciudad, abriéndose en el extenso pulmón verde del Parque José Batlle y Ordóñez, que proporciona a la capital un imprescindible y hermoso remanso. La superficie del Parque es de 60 hectáreas, y fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1975.


Al lado del Parque, rodeándolo por el Sur y por el Este, crecieron varios barrios residenciales: Belgrano, Italiano, Villa Dolores y Parque Batlle, que fueron reunidos en uno solo, el actual barrio Parque Batlle, conservando el nombre del último por ser el más extenso e importante de los cuatro. Quedó entonces enmarcado por Bulevar Artigas, Canning, y las avenidas Américo Ricaldoni, Italia, Luis Alberto de Herrera y Rivera, que lo separan de los que lo rodean: Cordón, Tres Cruces, La Blanqueada, Buceo y Pocitos.

Historia del Parque (Central, Pereira, de los Aliados, Batlle y Ordóñez)

Una vez obtenida la Independencia, el crecimiento demográfico de la ciudad de Montevideo obligó a demoler las murallas y extenderla. El plan que realizó el Ingeniero José María Reyes en 1836 dio lugar a lo que se llamó “Ciudad Nueva”, y la antigua ciudad pasó a llamarse “Ciudad Vieja”. La Ciudad Nueva llegaba aproximadamente hasta donde está el monumento al Gaucho. Pero su crecimiento continuaba, incontenible, y en 1872 se tuvo que hacer un segundo ensanche al que se denominó “Ciudad Novísima”, limitada por un bulevar de circunvalación -que es Bulevar Artigas-, previsto en 1872, proyectado en 1878, inaugurado en 1885 y terminado de construir mucho después.

Sin embargo, hasta los comienzos del siglo XX, el predio que ahora ocupa el Parque fue campo.

Para llegar hasta allí desde la Ciudad Vieja de Montevideo, se tenía que recorrer el antiguo, largo y desolado Camino a Maldonado (actualmente las avenidas 18 de Julio y 8 de Octubre), que daba comienzo donde hoy está el Monumento al Gaucho y conducía al poblado de La Unión. Luego se podía bordear por el angosto Camino de la Aldea (hoy avenida Italia), que se desprendía de él en la zona de Tres Cruces, donde ambos se cruzaban con el Camino a Punta Carretas, después convertido en bulevar Artigas.

En los primeros tiempos de nuestra República se encontraba establecido allí el saladero y grasería del español -maragato- Francisco Martínez Nieto, integrante de la logia paramasónica “Caballeros Orientales”, de capital importancia para la "Cruzada Libertadora" de los 33 Orientales en 1825. Martínez Nieto importó de Inglaterra la primera caldera de vapor, y en 1832 logró extraer la grasa en grandes cantidades de residuos de animales que hasta entonces se desechaban, posiblemente colocándolos en tachos de hierro con serpentines por los que circulaba el vapor, donde la grasa fundida sobrenadaba. Fue la primera industria en nuestro país que utilizó el vapor como trasmisor del calor, aunque no como fuerza motriz, y el procedimiento fue adoptado y perfeccionado por otros saladeros, aumentando considerablemente la exportación de sebo y grasa.

El saladero perteneció más tarde a Gabriel Antonio José Pereira Villagrán, otro de los “Caballeros Orientales”. Gabriel Pereira era considerado en su época el hombre más acaudalado del país. Sería el sexto Presidente Constitucional de la República entre 1856 y 1860, y al fallecer en 1861 sus hijos heredaron el extenso predio del saladero.

Entonces surgen los hechos que cambiarían el destino de la zona.

El precursor de la zona: Luigi Andreoni

La visión extraordinaria del Ingeniero Andreoni lo llevó a construir su “Ospedale Italiano Umberto Primo” en este lugar, entre 1884 en que se compraron los terrenos y su inauguración en 1890, anticipando su reunión con la creciente ciudad.

La información sobre el origen del Parque, tanto en libros y revistas como en Internet, dice que todo comenzó cuando Antonio Pereira y Vidal donó un importante predio en esta zona para hacer un parque. Parecería entonces que la ubicación del Parque surgió de forma caprichosa, pero no fue así.

Lo que realmente sucedió fue que como la ciudad crecía desordenadamente, en 1889, durante el gobierno del Gral. Máximo Tajes, la Junta Económico Administrativa creó la "Dirección de Paseos", y encargó al prestigioso arquitecto paisajista y botánico francés Édouard André la realización de un “Plan de ensanche y embellecimiento para Montevideo”.

La primera planificación: Édouard André


Édouard-François André tenía una fantástica reputación por haber diseñado unos cien parques naturales, públicos y privados, por toda Europa: en Francia, en Inglaterra, en Suiza, en Holanda, en Dinamarca, en Bulgaria, en Rusia, en el Imperio Austro-Húngaro, en Luxemburgo y en Montecarlo; también realizó el Jardín Funchal en la isla de Madeira de Portugal y los jardines de Villa Borghese en Roma. Además participó en el rediseño de Haussmann que convirtió a París en una de las ciudades más lindas del mundo. Como antecedente, en 1868 André había elaborado un anteproyecto para la ciudad de Buenos Aires a solicitud de Sarmiento, entonces presidente de la República Argentina.

Con ese propósito, André arribó a Montevideo a fines de 1890 con su hijo René, también arquitecto paisajista. Al no existir un diseño previo tuvo mucha libertad para proyectar, y en 1891 presentó su plan, que es considerado el proyecto rector de la política de plazas, parques y jardines de Montevideo ya que establece un sistema de espacios públicos verdes formados por plazas y parques unidos por anchos bulevares enjardinados y con edificios nacionales o municipales estratégicamente ubicados. Incluía un “Parque Central”, ubicado exactamente donde está el Parque Batlle, en el que destinaba una gran parte de su superficie a actividades deportivas, y le agregaba un restaurante, un quiosco de música, un jardín botánico y un jardín zoológico. Ya existía un concepto de democratización del espacio verde, se domesticaba y modelaba la naturaleza atendiendo las necesidades de esparcimiento de la población en general, para su disfrute.


Entonces ocurrió lo imprevisible, y el plan de André quedó postergado hasta nuevo aviso.

En 1890, en el marco de la depresión internacional, la caída de los precios de lanas y cueros provocó la quiebra del Banco Nacional, sumiendo al país en una desastrosa crisis.

Pasaron 10 años y el Parque continuaba en papeles.

Un segundo empuje le llegó a la zona en 1900, cuando la nieta de Gabriel Pereira, Dolores Cecilia Pereira Buxareo y su esposo Alejo Atanasio (de Ibaceta) Rossell y Ríus, donaron un predio de 4500 m2 cercano al Hospital Italiano para la construcción de un “Hospital de Niños Pobres” (en 1905 sería denominado oficialmente “Hospital Pereira-Rossell”). A esta donación se le agregó otra importante en marzo de 1901, por parte de Desideria Parma de Beisso y su esposo Alejandro Beisso, de un pabellón totalmente equipado para Medicina General, cooperando de esta manera a la más pronta realización de la obra, que comienza en 1902 y cuyo primer módulo se inaugura en 1908.

Pero el Parque seguía sin novedad.

Entonces sí, un hecho fortuito intervino para darle nuevo aliento.

El donante del primer predio: Antonio Pereira y Vidal

Sucedió el 7 de febrero de 1906, cuando falleció uno de los hijos de Gabriel Pereira, Antonio Gabriel Pablo Nereo Pereira y Vidal. No había tenido la suerte que su nombre pudo darle, ya que Nereo, el dios griego de las olas, fue padre de cincuenta hijas, las nereidas, ninfas del mar. Él murió sin descendencia, por lo que legó por testamento al Estado una propiedad de 11 hectáreas, parte de lo que había sido el saladero de su padre, para hacer un paseo público, con la condición de que llevara su nombre. La donación llegó en el momento adecuado, y el “Parque Pereira” fue creado por ley de marzo de 1907.

El terreno donado era conocido como "Campo Chivero", porque en él se hacían pastar chivas. Era una zona agreste, atravesada por el arroyo de los Pocitos, que nacía cerca de donde está el Instituto Crandon, en 8 de Octubre y Garibaldi y desembocaba en la playa a la que dio nombre. Donde está el Estadio Centenario había una surgente que formaba el arroyo del Chivero, que se le reunía.

Sin embargo, como 11 hectáreas eran insuficientes para formar un Parque, el proyecto continuó su siesta.

Pasaron otros cuatro años, y por fin, llegó el hombre –y las circunstancias- decisivos.

El ejecutor: Ramón Benzano

Y ese hombre fue Ramón V. Benzano, un gobernante con experiencia y lleno de iniciativa. El 5 de enero de 1911, asumió como segundo Intendente de Montevideo, y de inmediato contrató al eminente arquitecto, naturalista y paisajista francés Charles Thays, discípulo de André (que falleció ese año) y que residía en Buenos Aires, donde era Director de Parques y Paseos, para realizar el Parque.

El 18 de marzo de 1911, apenas dos meses después ocupar Benzano su cargo de Intendente, Thays viajó expresamente a nuestra capital. A continuación, ese mismo año, Benzano resolvió adquirir otras 37 hectáreas de terrenos contiguos al donado, propiedad de otros herederos del saladero de Gabriel Pereira, su hijo Julio Pereira y Vidal, y la hija de éste, la ya nombrada Dolores Pereira de Rossell y Rius. Posteriormente, en 1913, Benzano compró otras hectáreas más.

Después del prolongado sueño de 20 años, el Parque despertaba.

El realizador: Charles Thays


Jules Charles Thays nació en París en 1849, y a los 39 años llegó contratado a la Argentina, donde fijó su residencia hasta que murió en 1934. Como botánico, se interesó en la flora de la Mesopotamia argentina, sobre la cual llegó a ser un profundo conocedor. Modificó el paisaje urbano de Buenos Aires forestando calles, remodelando plazas, formando paseos y ampliando y remodelando parques públicos. Hizo traer miles de árboles del interior para plantarlos en sus aceras, y formó los bosques de Palermo, que hoy constituyen su pulmón. También creó parques y paseos públicos en las ciudades de Rosario de Santa Fe, San Juan, Tucumán, Córdoba, Paraná, Mendoza y Salta. Realizó toda la urbanización de la ciudad balnearia de Mar del Plata y de Coronel Suárez. También realizó trabajos en Santiago de Chile y São Luís do Maranhão en Brasil. Su proyecto de mayor magnitud fue el Parque Nacional de Iguazú en 1911, con sus selvas vírgenes, cataratas, paisajes naturales y el centro urbano. En 1912 hizo el trazado del residencial barrio porteño de Palermo Chico y la población balnearia de Carrasco en Montevideo. Thays también diseñó en nuestra ciudad el Parque Rodó y muchas otras plazas y espacios públicos, entre ellas la Plaza Independencia y la de Cagancha. Fue el más importante de los arquitectos paisajistas que actuaron sobre Montevideo, en la que dejó una obra de notable belleza.

Thays diseñó este Parque, continuando el modelo de su maestro André, como pulmón de la futura ciudad, que crecía hacia él debido entre otras cosas al empuje urbanístico que le proporcionaron el Hospital Italiano y luego el Pereira-Rossell; y tomando como modelo al Central Park de Nueva York, que ya daba sus frutos en esa ciudad que crecía a su alrededor.


En el proyecto de Thays, el Parque se abría por un gran “rond point”, una gran plaza redonda adornada con motivos florales variados, donde hoy está el Obelisco, que serviría de decoración y de descongestión del tránsito. En el centro del mismo, propuso que se levantara una estatua de Artigas, por ser el punto culminante de la ciudad y el más panorámico. De allí arrancaba la gran avenida exterior de circunvalación de 50 metros de ancho (hoy Morquio y Ricaldoni), con canteros centrales, faroles y árboles laterales. Sobre dicha avenida hacia el sur, entre macizos de jardinería, Thays situaba un gran gimnasio con explanadas laterales, viveros de aclimatación y de cultivos finos, invernáculos, conservatorio, casa para jardineros, galpones, caballerizas, etc. En el lugar que hoy ocupa el Centenario proyectó un estadio de 200 metros por 100 de ancho, con tres tribunas y demás dependencias, de forma oblongada. En la zona donde hoy está La Carreta, que es la parte más elevada del paseo, ubicaba un restaurante, con terrazas y belvedere, desde donde se dominaría completamente no sólo el panorama del parque, sino todo el sur, Pocitos, etc. También sobre Aldea (avenida Italia) disponía un Jardín Botánico en forma de abanico, dentro de cuyo conjunto se elevaría el Museo de Bellas Artes, de 400 metros por 50 con todas las adiciones necesarias para su propósito. También preveía dedicar una “Pelousse” amplia, para esparcimiento y recreo sobre todo infantil.

Una muestra de la exuberante y hermosa forestación que planificó Thays, son las frondosas tipas (Tipuana tipu) también llamadas "árboles de la lluvia" o "árboles llorones” porque dejan caer espaciadamente gotas de un líquido claro. Fueron traídas desde el norte argentino, de donde son originarias. Las tipas, bordean las principales avenidas del Parque y también bulevar Artigas desde la rambla hasta la avenida Garibaldi, alcanzando más de 18 metros de altura. Las eligió porque brindan una excelente sombra y su magnífica floración amarilla es muy decorativa, especialmente para espacios amplios como avenidas, plazas y parques donde la edificación permita desarrollar sus anchas copas.

En los años que Thays creó el parque, recién comenzaban a circular los primeros y escasos automóviles en Montevideo. No pudo imaginar los insultos que, aun sin conocerlo, le dedicarían los automovilistas que estacionan sus vehículos debajo de las ramas de las tipas con el consiguiente deterioro de su pintura, ya que las gotas no son de savia como mucha gente supone, sino de lo que sobra de ésta después de ser digerida por los cientos de miles de larvas de un insecto parásito llamado “llanto de las tipas” o “chicharrita de la espuma”. Dichas larvas tienen una gran capacidad de extracción de savia y como dato curioso se calcula que 70 individuos pueden llegar a emitir hasta un litro por hora de la sustancia.

Desarrollo del Parque

Una vez formado, el Parque se fue nutriendo lentamente de adornos y construcciones.

En 1917 se construyó, para sede del segundo Campeonato Sudamericano de Football el “estadio del Parque Pereira”, con una tribuna de madera y capacidad para 15000 espectadores; y se plantaron las palmeras washingtonias que hoy vemos casi centenarias con más de 20 metros de altura.

Para celebrar el triunfo de las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial en 1918, se le cambió el nombre de Parque Pereira por Parque de los Aliados, y tres años después, cuando se demolió el “estadio del Parque Pereira”, el nombre del personaje que con su donación había intentado perdurar en la memoria colectiva, desapareció para siempre.

A fines de 1921, el arquitecto del Servicio de Paseos Públicos Juan Antonio Scasso comenzó a construir en su lugar la Pista de Atletismo.

En homenaje al triunfo del “football” uruguayo en los Juegos Olímpicos de 1924, en Colombes, París, se colocaron en 1925 varios motivos olímpicos o griegos: las estatuas de Creugas y Damoxenos, el Discóbolo y dos copias del llamado vaso Borghese. En los bordes de Parque comenzaron en 1929 a aparecer construcciones importantes, como la Embajada Británica y la Facultad de Odontología.

El lento enriquecimiento del Parque se aceleró súbitamente en 1930.

La Comisión Nacional del Centenario

El país, con una economía floreciente, debido especialmente al éxito de sus exportaciones durante la Primera Guerra Mundial y al ordenamiento social desarrollado durante los gobiernos de don José Batlle y Ordóñez, quería demostrar su superación después de un siglo de existencia como nación independiente y su confianza en el porvenir. A través de la Comisión Nacional del Centenario, presidida por el ex-Presidente Baltasar Brum, planificó un abigarrado programa de festejos y realizaciones, que incluyó actividades a desarrollarse durante más de un año, a partir del 19 de abril de 1930.

En ese período, Montevideo se iluminó especialmente, hubo actos, discursos, desfiles, se desplegó una inmensa "Bandera del Centenario" en la fachada del Palacio Legislativo, y se inauguraron muchas obras y monumentos. La Comisión impulsó un conjunto de proyectos de "leyes del centenario" que entre otras cosas incluían obras públicas en algunos departamentos. Como curiosidad, en una época en que la radiotelefonía recién estaba en sus albores, se realizó la compra de 1200 receptores de radio para distribuirlos en las escuelas rurales a fin de que estuvieran comunicadas. ¿Lejano antecedente del Plan Ceibal?

También en 1930 se denominó al Parque con el nombre actual, en homenaje a don José Batlle y Ordóñez fallecido el año anterior.

Uno de los lugares que más se benefició fue el Parque. La Fuente Luminosa y los monumentos al Trabajo, a la Víctima de la guerra civil y posteriormente, en 1934 el monumento a la Carreta y en 1938 el Obelisco a los Constituyentes de 1830 fueron partes del programa. Pero además, durante ese año el arquitecto Scasso construyó el Estadio Centenario, la obra más importante del Parque, y se disputó el Primer Campeonato Mundial de Football, ámbito en el cual Uruguay se coronó Campeón, constituyendo la frutilla de la torta de los festejos, pero ¡qué frutilla! No se concibe otra mayor, fue la que realmente nos hizo conocer en el mundo como Nación, con todo lo que eso implica.

Y después el Parque continuó engalanándose con monumentos y obras y rodeándose de edificaciones muy importantes como el Hospital de Clínicas, a un ritmo destacado pero decreciente, hasta llegar a la situación en que hoy se encuentra.

Carlos Abraira

A continuación, podríamos elegir un punto de vista especial para describir al Parque: el deportivo (estadios, centros deportivos, pista de atletismo, velódromo); el sanitario (médicos, hospitales, segundo pulmón de nuestra ciudad, después del Prado), el botánico, el histórico, el cultural, etc. pero nuestra intención es hacer su estudio turístico extensivo, es decir, describir cada una de las cosas interesantes que posee y lo rodean.