17 de abril de 2009

Introducción





Sobre la información de los Guías de Turismo

Iniciamos con ésta una serie de notas dedicadas en especial forma a nuestros colegas Guías de Turismo, con la finalidad de contribuir con datos interesantes, poco divulgados o curiosos, a la información que manejan en sus explicaciones; y en segundo término a preservar del olvido algunas publicaciones que fuimos desempolvando durante nuestras investigaciones, sobre temas que, si bien no siempre son centrales, también pueden contribuir a adornarlas.
Opinamos que la transmisión de información cuando se realiza una visita guiada, turística o no, debe despertar el interés y la simpatía de los oyentes, para lo cual, aparte de la información básica sobre el objeto que mostramos, deben incluirse pequeñas curiosidades, anécdotas o detalles de su historia. La información básica no debe aburrir, para lo cual es conveniente no abundar en fechas o datos -salvo los muy relevantes- que si bien agregan conocimiento, convierten la descripción en una conferencia más que en una visita turística.
La brevedad de la exposición -variable en función del público al que está destinada- no es óbice para que la información contenga detalles no imprescindibles. Por ejemplo: si estamos mostrando determinado monumento muy importante, pongamos por caso el de Artigas de la Plaza Independencia de Montevideo, seguramente podríamos hacer una exposición de media hora. Como el tiempo adecuado podría reducirse a cinco minutos, a lo sumo diez si hay mucho interés, el Guía, cuando prepara su discurso, después de reunir -o los más prolijos de escribir- ordenadamente la información, tiende a "podar" los aspectos menos relevantes, reduciéndola al tiempo disponible, con lo que obtiene una explicación demasiado "fría", amén del calor que mediante sus condiciones pueda impartirle. Nuestra opinión al respecto, es que deben dejarse algunos detalles de los considerados menores, siempre que sean "simpáticos" -y no tonterías, que también las he oído, y muchas- y agregarlos como apostillas.
Pero ante todo esto hay un criterio sobre la información que se proporciona que debe permanecer insoslayable: su veracidad. Y ésto por varios motivos.
En primer lugar, el Guía es un educador. Está enseñando a determinadas personas que quieren saber. Si bien es diferente al maestro o profesor, ya que los interesados no son alumnos, no son personas que están cursando y que deberán dar cuenta de lo aprendido, los turistas u oyentes desean saber "por el saber mismo" como diría Vaz Ferreira. Por fuerza la información que se les brinda deberá ser veraz (y comprobable); de lo contrario, estamos “deseducando”.
En segundo lugar, por su propia vigencia como Guía, o al menos como buen Guía. Si dentro de sus oyentes, como a menudo sucede, alguien sabe más que él sobre un tema o algún detalle de los brindados, y comprueba que lo dicho no es verdadero, podrá, si es imprudente, iniciar una discusión, con seguro mal resultado para el Guía, que a lo sumo puede salir del paso disculpándose o prometiendo informarse sobre el asunto, nunca discutir. Si el escucha es más prudente, guardará para sí -o para sus allegados- la aseveración de que lo informado por el Guía no es cierto, diciendo porqué lo considera erróneo o falso. Este es el caso más frecuente, -nos ha sucedido muchas veces en ocasión de intervenir como turista en recorridos guiados- y su consecuencia es la mala impresión que causó el Guía a sus oyentes y a las personas a las que éstos les comenten el hecho.
El descrédito sobre la calidad de la información que brinda ese guía, ahora ya con minúscula, se puede extender al resto de los datos que brinda; en fin: su reputación está en riesgo.
Un tercer aspecto a tener en cuenta, es que el Guía está vendiendo su servicio, cobra dinero por él. Sus clientes, los turistas, pagan por lo que desean obtener; es más, lo pagan por adelantado -al propio guía o a la agencia o institución correspondiente- y sin haber visto u oído lo que compran. Pero tienen una expectativa con respecto a lo que van a obtener: información amena y veraz. Seguramente ningún turista que se sienta frustrado al comprobar que lo que "compró" no se ajusta a su expectativa reclame la devolución de su dinero, pero no va a utilizar más sus servicios, o los de la agencia, ni los va a recomendar a otros; por el contrario, si tiene oportunidad va a desacreditar su calidad. El guía que "vende" un mal servicio, por el que cobró previamente, es no sólo un mal comerciante sino también un estafador. Parece dura nuestra calificación, pero más de una vez nos sentimos así, estafados. Por ejemplo el año pasado (2008), en Colonia del Sacramento, una "guía de turismo oficial" nos mostró, en nueve "estaciones" que recorrimos en escasos 45 minutos, en cada una de las cuales "recitó" una información que parecía aprendida de memoria, cargada de nombres, alturas y fechas -varias de ellas erróneas-, todo el Barrio Histórico de esa jugosa ciudad. Demás está decir que no la recomendamos bien a nuestros amigos o conocidos cuando nos manifiestan que van a recorrer Colonia del Sacramento.
La conclusión es que el buen Guía debe tener una "razonable certeza" sobre la veracidad de su información. No vale informar: "Se dice que..." o "Parece que..." ya que, aunque de este modo se deshaga de la responsabilidad sobre la seriedad de su explicación, se está haciendo eco de supuestos rumores, lo que le resta credibilidad.
Está en la dedicación del Guía a su profesión, al esfuerzo que haga por aprender para enseñar, en investigar para aumentar sus conocimientos y no contentarse con ofrecer datos trillados y una exposición convencional y rutinaria, la clave de la calidad de su labor. E incrementando su cultura adquirirá paralelamente la habilidad necesaria para discernir sobre la seriedad de la información que pretenda dar.
La información que ofrece el Guía
[i], puede clasificarse, en general, en una de estas cinco categorías: histórica; geográfica; naturalista; sociológica y artística. Por descontado damos que el Guía no tiene porqué ser un experto en cuestiones de historia, o de geografía, sociología, arte, sobre la naturaleza, la fauna, la flora o el clima. Pero debe saber cómo obtener interesantes y serios conocimientos sobre esos tópicos.
No existe un sistema sencillo para encontrar información confiable ni para determinar cuando una lo es, pero nos atrevemos a marcar tres pautas:
La información debe tener un autor, y éste una reputación de informador veraz y serio, ya sea como periodista, historiador, articulista u otros oficios; o si no es conocido, por lo menos que el medio donde publica, ya sea periódico, revista, editorial, lo sea.
En segundo lugar y en general, los autores de información seria ofrecen la bibliografía desde donde la obtuvieron, la que es, por lo tanto, eventualmente comprobable.
En tercer término, una advertencia sobre uno de los medios actuales más eficaces, pero a la vez más peligrosos: Internet. Mediante la "navegación" el Guía puede obtener rápidamente los datos que desea, de casi cualquier tema, pero muchas veces se torna muy difícil decidir sobre su confiabilidad. Aquí vale lo mismo que antes: la seriedad del autor, las citas que ofrezca, la seriedad del sitio web, son pautas a tener en cuenta, pero aun así la responsabilidad aparece difusa en general.
Utilizaremos un ejemplo que puede parecer exageradamente extenso –dada la irrelevancia del tema-, pero que ilustrará sobre lo que queremos trasmitir:
Si queremos verificar en Internet un modesto dato -pero que los guías que muestran Punta del Este suelen utilizar porque aparentemente es pintoresco, llamativo- sobre la construcción del Faro de esa Punta, aparecen en la red más de cien lugares donde, en castellano y en portugués, dice aproximadamente esto: “Para la construcción de la torre se utilizó una ceniza volcánica traída de Italia.” o “Para a construçâo da torre foi utilizada cinza volcánica trazida da Itália.”, o “una mezcla de tierras de origen volcánico procedentes de la ciudad de Roma”. En ninguno de estos enlaces hay referencia a la procedencia de la información, que por lo demás es tan escueta que este dato parece ser importantísimo. Pero observamos que la gran mayoría son páginas de promoción turística, hotelera o de agencias de viajes, por lo que suponemos que se copiaron unas a otras, y vaya a saberse cuál fue la que introdujo la información. (Es curioso que la mitad de estos sitios escriban el apellido del constructor del Faro “Libarena” en lugar del correcto “Libarona”
[ii]).
Al respecto, leemos en la página 114 de "Crónica de la costa" de Luis Martínez Cherro
[iii]: "Los faros ubicados en Punta del Este, José Ignacio, y la Isla de Lobos, pues, tienen una misma finalidad y un mismo origen, y su construcción en el tiempo es bastante similar: 1860, 1877 y 1906, respectivamente. El de Punta del Este, contiguo a la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, fue construido con duro cemento italiano y su sistema lumínico está provisto de cristales franceses."[iv]
Es de destacar que a la fecha de la construcción del faro (1857 a 1860), era común el uso en las construcciones importantes destinadas a durar, -en Europa y también en América- de cementos preparados con cenizas de origen volcánico cuyos principales yacimientos se encuentran en Italia, utilizados desde las épocas del Imperio Romano, y esto no es un curioso dato exótico como creen los que lo destacan, ya que faltaba medio siglo para que el uso del hormigón armado se extendiera por el mundo, con resultados mucho más satisfactorios. Por el contrario, si ese fue el material empleado, es una desventaja del Faro con respecto a los más modernos.

Y ahora -en la próxima entrega-, al grano.











































[i] Nos referimos en particular a la información cultural, a la descripción del "objeto" del caso, sea éste un lugar histórico, un edificio, una construcción, un monumento, un personaje, un accidente geográfico, o varios etcéteras más. No estamos aludiendo al otro tipo de información -que también debe proporcionar un Guía- sobre hotelería, gastronomía, compras, horarios o logística turística en general, la cual no está dentro del objetivo de este blog.
[ii] Así figura en un enlace “serio”: el Suplemento Especial del Semanario Realidad, en http://www.realidad.com.uy/noticias/index.php?ClassId=48, donde no se menciona la “ceniza volcánica” sino que el Faro fue construido de piedra.
[iii] Luis Martínez Cherro - Crónica de la costa - Montevideo, Banda Oriental, 2006.
[iv] Consultamos otras publicaciones supuestamente “serias”:
· Fernando Cairo Sola - Punta del Este ...más de 100 veranos – Montevideo, Torre del vigía, 2007.
· Juan Ignacio Risso - Historia de Punta del Este. Desde el descubrimiento de América hasta el siglo XXI – Montevideo, Sudamericana, 2007.
· Miguel García Lescano y Jorge Chouy - Costas y Faros del Uruguay – Montevideo, Aguaclara, 2008.
· Juan Antonio Varese - Faros del Uruguay – Montevideo, Torre del vigía, 2005.
y en ninguna de ellas se menciona la “ceniza de origen volcánico”.

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