14 de abril de 2009

Una perla sobre el Faro de Colonia del Sacramento




Los Guías Turísticos que conozco, cuando brindan información sobre este característico faro, se remiten a los escuetos datos técnicos del mismo: fue inaugurado el 24 de enero de 1857; una escalera caracol de 118 escalones lleva hasta la terraza superior, que rodea a su luminaria situada a 34 metros sobre el nivel del río; se erigió sobre los cimientos del campanario del convento, hospicio e iglesia de San Francisco Xavier[1] que los portugueses habían levantado entre los años 1690 y 1700[2].
Tal vez la lectura del artículo que sigue -si se soporta la abigarrada retórica de Homero Martínez Moreno- sirva para enriquecer amenamente tan breve descripción.

Crónicas de la Colonia Tricentenaria
La tragedia del faro
Homero Martínez Montero (Especial para El Día)

Su característica son dos destellos rojos, cual un parpadeo de pupilas sanguinolentas. Parecería que en vez de atraer con un mensaje de seguridad presagiara tragedias. Vivió la suya propia en la noche del 1º de agosto de 1873, y determinó la de uno de sus servidores para que las llamas que abatieron su organismo iluminase una página de filantropía y abnegación en el conciente desafío a la muerte.
Todo el historial del faro, desde antes de su erección a mediados del siglo pasado[3] hasta aquella noche de hace 107 años[4] , está ungido de sucesos desgraciados cual si la alta cúpula de su torre fuese pregonero de desventuras ratificando el pasado turbulento de una ciudad que generada por la obsesión de dominio con tributos de sangre, metrallas y muertos, soportó cinco asedios en el curso de un siglo; disputa de dos monarquías entrelazadas por sucesivos matrimonios pero siempre celosas de una parcela de tierra, no obstante dominar medio mundo cada una. Y sin embargo, esta torre blanca de hoy, empinada en su linterna sobre el caserío centenario[5] y con su base hundida en seculares muros de piedra oscura trabajada aquella y éstos con seráfico amor por indios de América y frailes de Europa: erecta, inmutable cual imagen de perennidad, nada sugiere al visitante no informado de su pasado variable y atormentado.
Si el monarca portugués, por Carta Regia del 22 de noviembre de 1683 no permitía que en el recinto de su lejana colonia se instalasen los frailes mercedarios, si admitía a los de la orden de San Francisco Xavier que ya a fines del siglo XVII tenían levantado su convento: altos muros lisos y campanarios en cuya cima, un foco de luz encendido noche a noche, guiaba a los intrépidos conquistadores y a los no menos osados contrabandistas que desde el Tajo o desde Río de Janeiro llegaban con sus aportes de bienes fungibles con los cuales, a pesar del celo español -y a veces con la complicidad del funcionario venal- lograban sustraer aquellos metales preciosos -encerrados en pelotas de sebo- que arañaba el dolor del indio en los socavones del lejano cerro Potosí. Gallardas torres que en el revuelo de sus campanas cantaban hossanas por reyes divinos y humanos, hasta que un día la vengadora reacción hispana arremetió contra el baluarte que injuriaba sus dominios y derrumbó casas, murallas y convento.. No hubo más macilento fuego orientador.
La Historia siguió su curso, luego; el orgullo desafiante del caballero Naper de Lencastre reconstruyendo la Colonia; la impetuosidad de Don Pedro de Cevallos después, tornando a sitiarla y a destruir las obras militares de los porfiados lusitanos. Revolución de 1810; rebeldía de Artigas; epopeya de los Treinta y Tres, Convención Preliminar de Paz del 27 de agosto de 1828 y la jura jubilosa de la Constitución aquel 18 de julio de 1830 en que se inicia a la vida independiente el Estado Oriental que tiene derecho a las aguas del Plata. Por lo menos, hasta donde el trágico escollo del Banco Inglés esconde sus veriles sobre la parte media del río.
Argentina, ávida de progreso, para dar seguridades al comercio y a la navegación, baliza los bancos Ortiz y Chico "situados hacia el surgidero de Buenos Aires" e invita al Gobierno Oriental a efectuar en común una obra semejante con la construcción y fondeo de una "barca de luz" -un pontón faro- en aquel Banco Inglés, completando así un camino de luces desde la boca del Plata al cual concurren las de la linterna de la isla de Flores -obra portuguesa que demanda en cambio la cesión de una buena parte de nuestro territorio- y del Cerro, obra española muy regateada.
El Gobierno Oriental, que ha emprendido su política de mejoramiento de las aguas navegables litoraleñas -de su jurisdicción y argentinas- decide alzar un faro en la loma de la península de Colonia hacia cuyas coordenadas se bifurca la navegación: o sigue hacia la capital bonaerense o vira en busca de los puertos del Paraná y Uruguay.
Un primer intento de construcción cuando promedia el siglo XIX no culmina; se insiste. En 1854 se llama a propuestas para la "conclusión y plantificación del faro de Colonia".
Se presentan tres ofertas de las cuales dos concretan iniciativas de entidades colonienses: la "Sociedad Nacional de la Colonia", representada por los señores Bruno Más y Agustín Murguiondo -propuesta Nº 1- y la "Sociedad Porvenir" representada por los señores Repetto, Antonio Lopresto, José Sanguinetti y Eduardo Bertrán, la cual agrupaba 27 vecinos de la ciudad. Propuesta Nº 3.
Luego de un primer informe fiscal -Dr. Ernesto Regúnega- el 3 de noviembre de 1854, favorable a la propuesta primera, una advertencia del Ministro de Guerra y de Marina, General Enrique Martínez acerca de las ventajas que ofrecía la cláusula 11ª de la segunda, promueve la fundada rectificación del magistrado y se adjudica a la "Sociedad Porvenir" la obra de terminación e iluminación del faro. Su torre fue levantada sobre la base subsistente de una de las conventuales. Luz a lámpara de keroseno; aparato montado sobre máquina giratoria.
Base de ruinas históricas, la torre sirvió de cárcel a presos políticos y de lazareto a enfermos de viruela y de cólera. Como construcción destinada a tristezas de confinamientos, llamando a tragedias. Y lo trágico sobrevino. En la noche del 1º de agosto de 1873, prácticos y pilotos que guiaban los muchos veleros y los pocos vapores por la rada de la ciudad levantada dos centurias antes por aquel Manuel Lobo, que en tierras extrañas cayó prisionero y enfermo, buscaban las luces del faro. Allí estaban: un foco, un destello. Pero de pronto el foco estalla; la luz se hace penacho de volcán. Las llamas iluminan vivamente a la torre y a la noche y ahora lo que gira enloquecido, desesperadamente dando gritos de auxilio es el peón farero, José Otondo, perseguido por el fuego. La escalera de madera se ha incendiado, haciendo imposible su descenso. La nueva cárcel tiene barrotes de llamas.
La población se agolpa en la plaza; los gritos de Otondo, con sus ropas incendiadas, acicatean la conmiseración, la voluntad de ayuda. Desde una casa contigua varias personas consiguen alcanzar el primer balcón de la torre desde donde arrojan reiteradamente una cuerda que en uno de los intentos queda prendida en la reja superior. Los dientes de Otondo consiguen atarla, pero ya no puede desplazarse.
Toda la sensibilidad del pueblo oriental es conmovida; también la de un representante de la raza latina: el joven italiano Ambrisio Oyolo toma la cuerda y comienza a trepar. Llega hasta la cornisa contigua a la reja terminal que proyectándose hacia afuera no le permite avanzar. Apoyando los pies en la torre se columpia y así logra aferrarse a la reja; trepa, alcanza a Otondo ya sin conocimiento y logra bajarlo. Desciende él también. Su heroico esfuerzo no tuvo compensación: el desgraciado peón farero -peonza ígnea en momento dado- fallece horas más tarde.
El faro fue más tarde reconstruido. Porque el país no puede detener su marcha de progreso. Sus destellos están todavía orientando la navegación con sus destellos rojizos que recuerdan un hecho lamentable pero frecuente en la lucha tremenda del hombre con el mar.

Suplemento dominical de "El Día" Nº 2427- Montevideo, 20 de abril de 1980 (De mi colección particular)

[1] He escuchado a varios destacados guías turísticos pronunciar "csavier", ¡por favor no lo hagan!, la "X" suena, en este caso, como "J", como en "México" (Méjico).
[2] Liga Marítima Uruguaya - "Río de la Plata y Litoral Atlántico" - Torre del Vigía - Ediciones, Montevideo, 2006, pág. 69.
[3] Téngase en cuenta que este artículo es de 1980.
[4] Idem.
[5] "milenario", por error, en el original.

1 comentario:

  1. Estimado
    Si por acaso tienes fotos actuales de faros uruguayos toamdos desde la tierra(no interesan vistas aereas ode angulos ampulosos segun el fotografo crea este creando una obra de arte
    Me sirven para seguir pintado cuadros de los mismos
    Flores, Jose Ignacio y Lobos ya los tengo realizados y vendidos alexterior

    Gracias

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