21 de abril de 2009

Alfonsina en Montevideo




Este tercer artículo que traemos a nuestro blog, suscinto y breve, agrega algunos datos a la relación de Alfonsina con nuestro país.
También adelanta informaciones sobre el encuentro de las tres poetisas, al tiempo que insinúa otros sobre la relación entre ella y Juana; unas y otros serán completados poco más adelante.
Aunque no figura su autor, parece serio, ya que las únicas afirmaciones no documentadas son las referentes a la primera visita de la poetisa a Montevideo y quienes la recibieron en ella, las que por lo menos son coherentes. ¿Habrá conocido Alfonsina a Juana y a Horacio Quiroga en esta ocasión?.
(C.A.)

Alfonsina Storni en Montevideo
Con el novelista Manuel Gálvez y su esposa, llega por primera a Montevideo en 1920. Numerosos admiradores de su obra y escritores amigos la recibieron. Entre ellos, Horacio Quiroga, Juana de Ibarbourou, Dora Isella Russell y Gastón Figueira. De esa época se recuerdan sus conferencias en la Universidad de la República, en especial la dedicada a Delmira Agustini. Pero la visita más trascendente sería, sin duda, la realizada en el verano de 1938, invitada por el Ministro de Instrucción Pública de la época, Eduardo Víctor Haedo, junto con Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, para que se expresaran sobre su experiencia poética, "la confesión de la forma y manera de crear". Ese encuentro de las voces líricas femeninas más importantes de América proyectó durante mucho tiempo sus resonancias luminosas. El crítico y estudioso de la obra de Juana, Jorge Oscar Pickenhayn, cita las manifestaciones de nuestra poeta sobre Alfonsina, vertidas con rigurosa sinceridad en su libro "Mis amados recuerdos" (1958). Allí dice Juana: "Entre Alfonsina y yo no hubo nunca esa aproximación profunda que llega a ser una amistad del alma….. La desventura la alejó de cuanto era entonces mi apacible universo. Era imposible que coincidiéramos en algo. Sin embargo, cuando leí su "Carta lírica a otra mujer" (Revista "Nosotros", setiembre de 1920), tuve ganas de escribirle diciéndole en qué forma ese poema magnífico y amargo, voz de millones de mujeres desoladas, me había conmovido. Pero no lo hice temiendo una de sus frases burlonas, pirueta dramática que no era, hoy lo entiendo, más que un disfraz de la emoción que le avergonzaba mostrar." También evoca en esa obra el Acto en Montevideo, veinte años antes junto a ella y Gabriela: “… Sólo quedo yo, no sé por cuánto tiempo, con dos muertas ilustres suspendidas virtualmente del cuello, porque la crítica y el público lector de América nos han soldado en un tríptico indisoluble. ¡Estremecedora y gloriosa compañía!".

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